sábado, 3 de octubre de 2015

 
 
 

CONCIENCIA

Una gran nostalgia siente Juana en su corazón cansado, aquella mujer fuerte, luchadora incansable, quien noches y días enteros atrasó su descanso, y se olvidó de vivir su propia vida, todo por su familia, para darle lo que ella no tuvo, sin olvidar jamás el cariño, las atenciones emocionales y su apoyo incondicional.

De aquella mujer ya no quedaba más que un cabello completamente blanco, su rostro envejecido, un cuerpo cansado, necesitando ayuda para hacer sus propias necesidades y su mirada triste que aún brillan con un rayito de esperanza.

Sentada en aquel apartamento sola y triste. Su mente perdida apenas sin recuerdos, solo queda el brillo sutil de su mirada cansada, pero allí estaban aquellos ojos que habían visto por más de 80 años.

Juana sentada en su rincón, a veces brotan lágrimas de sus ojos y nadie lo sabe, nadie está allí para secar aquellas lágrimas, para decirle una palabra de amor, o compasión a ella que había secado muchas lágrimas, quien abrazó con amor y veló sus sueños.

Y donde están aquellos que tanto le deben. ¡Viviendo su vida! Ya Juana no importa, ahora es un estorbo, ahora desespera cuando divaga, cuando cuenta la misma historia  una y otra vez, cuando insiste que se le ha perdido algo y es que no recuerda dónde lo guardó, o cuando inventa historias fantásticas. ¿Dónde están aquellos que dijeron amarla? ¿Dónde están aquellos que hoy disfrutan de los frutos de sus sacrificios?

Y Juana llora, llora y nadie está. Ella está en su mundo; el mundo que ha escogido en su inconsciencia, nadie tiene paciencia ni conciencia, nadie pregunta porque llora Juana. Nadie sabe que Juana llora, porque no están, porque se les ha olvidado aquella mujer que mientras dio, era importante. Cuando ayudaba, cuando era independiente y sus dolores sanaban, todos están en su mundo sin importarles ni acordarse de que Juana fue el cimiento de lo que hoy son o tienen, que gracias a ella no murieron de hambre o frío.

¡Qué triste cómo hay juanas en este mundo abandonas! Y a quién le importa, no la recuerdan, no la visitan, no le llevan a sus nietos tal vez el Día de las Madres, una vez al año le llevan flores, si es que su vida se los permite, es triste llegar a ser otra Juana.

Hoy su corazón está débil y un día quedara dormida sin volver a despertar y, ¿quién extrañará a Juana?, si cuando vivía no la extrañaban, ni cuidaban, para qué extrañar o llorar cuando Juana ya no está, para qué comprarle flores si sus ojos no lo verán, para qué llorar entonces si en vida tú no estás.

Aquellos que tienen conciencia, nunca deben de olvidar que tarde o temprano llegarán a ser al igual que Juana.

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