ERA
UN ÁNGEL
Era
eminente, Alma necesitaba algo caliente urgente, pues está a punto de tener una
hipotermia, sus labios están secos, cuarteados y sangrando. Su cuerpo temblaba,
apenas podía mover sus manos, ya eran pasada las 6 de la tarde. Había mucho
frío, eran más de 20 grados bajo cero. Alma estaba en un rincón del portal del
supermercado, cubriéndose con algunos periódicos, ella es una mujer
relativamente joven que buscando un sueño emigró sola, sin documentos y tirada
a su suerte.
Las
personas pasan ante ella, algunos miran con curiosidad, otros con desprecios,
nadie con intenciones de ayudar a una mujer
enferma y desamparada.
Entre
aquellas personas viene una madre caminando con sus dos hijos; una niña de ocho
años y un niño de 10 años, cuando pasan cerca de Alma, el niño gira su mirada y
mientras camina continúa mirando a aquella mujer y le pregunta a su madre:
—Mamá
porque esa señora está sentada allá fuera con tanto frío.
—Tal
vez no tenga familia.
—¿Y
por qué nadie la ayuda?
La
madre queda unos segundos absorta sin poder dar una respuesta, buscando en su
interior una buena respuesta que su hijo entendiera.
—Mamá,
¿por qué nadie la ayuda? —volvió a preguntar el niño al no obtener respuesta de
su madre.
La
mamá se inclina a hacia su hijo y con dulce voz le dice:
—¡Porque
no ha pasado un alma noble, llena de amor que le ofrezca su mano!
El
niño entendió y no hizo una pregunta más, caminó en silencio junto a su madre y
hermana, a pesar que caminaba de un lado para otro y parecía entretenerse con
las cosas, pero realmente no era así, a él no se le quitaba el rostro de
aquella mujer sentada en el frío, sin nada con qué cubrirse. Después de caminar
un rato, toma una frazada, unos guantes y una bufanda, él tenía siempre algo de
dinero, pues sus padres acostumbraban a darle para sus cosas, fue hasta la
cajera pagó y fue hasta su madre y le dijo:
—Mamá
tengo hambre voy a la cafetería.
—Yo
también, voy contigo —dijo la hermana.
—Está
bien, regresen enseguida.
Ambos
niños caminaron hasta la cafetería,
—Una
sopa por favor —dice el niño.
—Una
piza y una soda —pidió la niña)
—Siéntate
aquí, no te muevas, vengo enseguida —le dijo el niño a su hermana.
—¿A
dónde vas?
—Ahora
regreso.
El
niño salió con su bolsa y la sopa, fue hasta donde estaba Alma, allí se
inclinó, abrió la bolsa sacó la frazada y arropó a Alma, a la misma vez saca
los guantes para ayudar a ponérselos pero Alma temblaba demasiado, estaba
completamente helada, su piel estaba gris, seca, cuarteada. Un rato después se
acerca la mamá del niño. Su corazón salto fuerte dentro de ella cuando se da
cuenta que su hijo, fue ayudar a aquella señora y casi con un nudo en su
garganta de emoción le dice:
—Ángel
¿por qué te fuiste sin avisarme?, me asustaste.
—Perdón
mamá, pensé que no me dejarías hacerlo, mira como está, no puedo ni ponerle los
guantes. La madre se acercó a ver por ella mismo las condiciones de Alma, al
acercarse se da cuenta que Alma está muy mal, su rostro parece hielo,
inmediatamente llama a emergencia, luego le dice:
—Señora
ya vienen con ayuda, no se preocupe la llevarán al hospital, va a estar bien.
Los
tres se quedaron allí esperando a la ambulancia. La ambulancia llegó, y
revisaron a Alma.
—Señora
la tenemos que llevar al hospital.
—¿Está
muy grave? —pregunta el niño.
—Sí
tiene hipotermia —dice el paramédico.
—¿Qué
es eso? —interroga el niño.
—Está
helada y tiene un descenso de la temperatura a causa del frío lo que le provoca
un deterioro en sus órganos. Iremos al hospital principal.
—Mamá,
vamos.
—Está
bien, vamos. Súbanse al carro.
Los
tres fueron tras la ambulancia hasta llegar al hospital y se dirigieron a
Información.
—Buenas
noches, queremos saber de una señora que acaba de traer la ambulancia con
hipotermia.
—Sí
la están atendiendo. ¿Ustedes son familiares?
—No,
pero sabemos quién es.
—Esperen
en la sala de espera, cuando tengamos información pasaremos a dársela.
Los
tres se sentaron a esperar por información de Alma. Casi había pasado una hora
y la madre de Ángel decide averiguar qué pasa y va de nuevo a Información.
—Disculpe, queremos
saber de la paciente que trajeron con hipotermia.
—La
señora Alma, espere un momento usted es familia —pregunta la enfermera.
—No
—responde la mamá de Ángel.
—Lo
siento pero no podemos darle información.
—Nosotros
fuimos quien la encontramos y llamamos a emergencia.
—Espere
aquí, hablare con mi jefa.
A
los pocos minutos llegó otra enfermera.
—Buenas
noches, yo soy la jefe de este departamento.
—Buenas,
nosotros encontramos la señora y quisiéramos saber cómo está.
—Entiendo
y realmente hicieron muy bien, la señora tiene neumonía provocada por la
hipotermia, está muy mal pero estable.
—¿Puedo
verla? —preguntó Ángel.
—Sí,
solo un momento por favor.
Los
tres fueron hasta la habitación, Ángel se acercó a Alma, y tomó su mano:
—Hola
yo soy Ángel y me mandó Dios a darte mi mano llena de amor para ayudarte.
Alma
abrió sus ojos y sonrió apretándole la mano, mientras que a la madre de Ángel
le salían lágrimas y acariciaba el cabello a su pequeño «ángel».
—Nos
tenemos que ir.
Se
despidieron y salieron del hospital, todos iban en silencio, los niños quedaron
dormidos ya eran pasada las 11 de la noche, cuando llegaron a la casa, cada
cual fue a su habitación y se durmieron. La madre de Ángel va hacia la
habitación y allí estaba su esposo esperando.
—Hola
amor ¿cómo fue?
—Triste,
yo siempre he sabido que Ángel es especial, pero hoy fue extraordinario, que
corazón más noble.
—Estoy
orgulloso de ser padre de un Ángel.
—Yo
también de ser su madre.
Ambos
estaban llenos de emoción y lágrimas en sus ojos.
En
la mañana siguiente, la madre va como es costumbre a la habitación de su hijo
para despertarlo.
—Ángel,
mi amor, hay que despertarse.
Pero
al ver que Ángel no responde, ella se acerca y acaricia con su mano el cabello dorado, mientras lo llama.
—Angelito,
vamos despiértate —pero algo no estaba bien no era normal aquel rotundo
silencio.
Cuando
lo mueve grita desesperada:
—¡Ángel
despierta, Ángel despierta! —mientras que lo abraza hacia ella—, ¡Ángel, Ángel!
El
esposo entra corriendo en la habitación:
—¿Qué
pasa? ¿Qué pasa? —pregunta desesperado.
—¡Ángel
no despierta, llama al 911!
El
padre llama a emergencia. Unos minutos más tarde llegaron los paramédicos y
revisaron al niño.
—Lo
sentimos, pero no responde, ya es muy tarde, aparentemente murió en su sueño.
La
tristeza invadió aquella familia. Después del entierro pasaron unos días y la
madre de Ángel entra en la habitación, se acuesta en la cama de su hijo y
cuando se da cuenta en la mesita había un papel que le llamo la atención. Se
incorporó, tomó el papel, era un dibujo de un ángel con una nota que decía:
¡mamá no llores, yo soy un ángel, ¡tengo que darle mi mano llena de amor a
muchas gente para ayudarla!
La
madre irrumpe en llanto:
—Yo
lo sé mi niño, desde el primer día que te tuve en mis brazos, sabía que eras un
ángel y que algún día Dios te mandaría a buscar, pero tienes que entenderme mi
amor, yo soy tu madre y eso seré hasta el fin de mi existencia, y te he amado
aun antes de nacer.
Al
pasar los días, la madre de Ángel se incorpora a la vida y esa tarde va con su
hija al supermercado. Allí corrió a alcanzarla Alma.
—Señora, señora espere…
Ella
se detiene y busca de donde viene la voz.
—Dígame.
—Disculpe,
yo soy Alma y llevo varios días esperando por ustedes.
—Yo
no la conozco.
—Sí
señora yo soy la que su hijo ayudó… ¿recuerda cuando estaba bajo el frío
muriendo?
—Sí
claro, por supuesto, no la reconocí en ese momento usted estaba muy mal.
—Sí,
lo estaba…
—¿Cuando
salió del hospital?
—Ayer,
ya estoy mejor.
—¿Y
dónde se está quedando?
—Allí
donde mismo. Disculpe ¿y su hijo?, quisiera agradecerle lo que hizo por mí.
—Ya
él no está…Falleció la mañana después de ayudarla.
—Lo
siento señora, ¿qué le sucedió?, ¿estaba enfermo?
—No;
era un ángel que pasó por nuestras vidas para enseñarnos el amor verdadero.
Ambas
mujeres se quedaron conversando por un rato, luego se despidieron. Al pasar los
días la madre de Ángel siguió viendo
a Alma, ambas crearon una buena
amistad, que ayudó a ser menos dolorosa la pérdida de aquel ángel que había
pasado por sus vidas dejándole una gran enseñanza, de amor y compasión por su
semejante y ayudó a salir adelante a Alma.
Luisa María Franco